sábado, 24 de noviembre de 2012

Querido Romeo;
 
Cuéntame qué fue de ti desde aquella albada de hace tanto tiempo en la que dijimos “adiós” a un pasado que dolía.  Al fin pude arreglarme de nuevo, maquillarme y peinarme decentemente. ¿Sabes qué? Volveré a ponerme falda los viernes por la noche. Sí, como lo oyes. Bueno, como lo lees. Y luciré esos escotes hasta el ombligo que tanto criticabas.

Porque el amor de verdad no es el criticar a tu otro tú, sino apreciar día a día su originalidad, su manera de reírse cuando se te queda un leve rastro de café en los labios, la mirada que te dedica antes de irse a dormir o el peinado con el que se despierta cada mañana a las ocho. Sí, eso es amor auténtico, del de verdad, el que no muere en rutina, porque la rutina cambia a cada hora, a cada minuto, a cada latido en el corazón de los dos… El amor de verdad es aquel que no busca cadenas que lo retengan ante tentaciones absurdas, pues éstas no existen. No hay tentación capaz de romper el compromiso mudo y libre establecido en una pareja. Cuando las tentaciones vencen, el amor desaparece. O mejor dicho; cuando las tentaciones aparecen, nunca existió el auténtico amor. Siempre creí que el sentimiento que nos unía era ése mismo, así de puro e indestructible. Creí que por una vez seríamos los héroes del cuento, pero, una vez más fuimos protagonistas de una tragedia griega sin solución.

No quiero a nadie que me prometa cielos y estrellas y me deje tendida en el suelo. No quiero más promesas vacías como las tuyas, Romeo, porque puede que me llame Julieta, pero no moriré por ti.
 
Sí, aún recuerdo que pensé que podríamos ser felices. La ingenuidad es uno de los factores indispensables para la felicidad del ser humano, y en ausencia de ésta, el engaño se hace evidente y el dolor de la herida puede ser mortal.

A veces me dan ansias de cogerte del cuello de la camisa gris perla de cada domingo, zarandearte hasta que escupas tu verdad, hasta que me ruegues perdón de manera que mi orgullo y mi dignidad queden intactos y podamos retomar la historia . Pero nunca lo hago y nunca lo haces. Así que nos quedamos los dos, cada uno en un sitio distinto; tú de bar en bar, de fiesta en fiesta, y yo, como una niña, esperando al lado de un teléfono que nunca suena, con mi papel de Julieta desdeñosa, abandonada como un juguete roto en la esquina de un pasado que me atormenta.
 
Así que, cuídate, Romeo. Cuídate y elige bien a tu próxima víctima.

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